Cierta vez su bisabuela Titania les entregó un anillo hecho de un precioso material amarillo.
- puedes lucirlo cuantas veces quieras - Le dijo - pero debes ocultarlo siempre de las miradas de las gente.
Tal recomendación me intrigó. ¿Por qué debía esconderlo tanto? La explicación me sorprendió aún más:
- No sabemos los motivos - comentó - ¿Pero ves el metal con que está hecho? Pues tiene la particularidad de enloquecer a las personas. Les contaré una historia para que lo comprendan:
Hace mucho tiempo atrás, la zona de los valles floridos estaba habitada por campesinos tranquilos y trabajadores. Entre los pobladores no habían existido nunca peleas muy graves ni nadie albergaba rencores por más de dos soles. Un buen día paseaban las hadas por el bosque que rodea la aldea, cuando de pronto vieron un extraño cofre de madera.
Ustedes saben lo curiosas que son las cortesanas así que, de inmediato abrieron la caja para ver qué guardaba en su interior y nos sorprendimos al ver que estaba repleto de collares, pulseras, anillos, coronas y hasta capas hechas con ese bonito metal dorado.
Todas se adornaron y por pura diversión hicieron una ronda. Estaban tan entretenidas que no notaron, que no estaban solas.
Escondidos entre las moreras del lado norte se hallaba Glub, el campesino, y oculto entre las hiedras del sur estaba Glob, el labriego. Ambos lo habían visto todo.
Hacia el crepúsculo, decidieron guardad las joyas y seguir con la ronda, siguieron danzando hasta que llegó la noche. Entonces, fueron testigos de un testimonio que no olvidaran jamás: Glub, el labriego, abandonó su escondite y comenzó a avanzar hacia el cofre. Su mirada, ante serena, lucía un brillo oscuro de sombra. Parecía haber mudado de alma. Nunca sabremos si nos vio o no, pero no hizo ningún caso de su presencia, caminaba directo hacia el oro como si fuera un autómata.
Desde el lado opuesto, pero en igual dirección, se aproximaba Glob, también su rostro, siempre plácido, se había transformado en una máscara siniestra.
Ambos tomaron a la vez el cofre, y ante nuestra sorpresa, Glub golpeó a Glob con tanta fuerza que éste cayó desmayado al suelo. El campesino tomó la caja dispuesto a partir con ella, pero las hadas se lo impidieron lanzando sobre sus piernas y brazos nuestras cuerdas de telas de araña. Una vez que lo inmovilizaron, lo tendimos al lado de su vecino a fin de que reflexionara sobre lo que estaba haciendo.
Pero en ese momento despertó Glob, ya repuesto del golpe, se incorporó y tomó la caja.
Y ya hubiera partido con ella si no fuera porque las hadas sin pérdida de tiempo, lazaron sobre él nuestras cuerdas de tela de arañas y lo tendieron junto a su vecino.
Al día siguiente, Glub y Glob despertaron en medio del bosque, se vieron sucios, cubiertos de babas de araña y pensaron que habían sufrido un mal sueño. Se incorporaron y juntos regresaron al pueblo. Poco tardaron en olvidar este feo y extraño episodio y ambos vivieron felices y tranquilos por siempre.
En cuanto a las hadas, aprendieron la lección. Comprendieron que ese metal amarillo, que por cierto se llama oro, era en extremo peligroso para la gentes, y decidimos guardarlo por siempre en las colinas huecas, a fin de evitar la locura de los hombres.
Fuentes:
"El fantástico mundo de las hadas Seres Maravillosos". http://eurobookmexico.blogspot.com/2013/08/el-fantastico-mundo-de-las-hadas-seres.html
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