Todo comenzó hace mucho tiempo atrás, en las épocas lejanas en que las hadas moraban en las colinas huecas.
Las hadas del aire, inquietas y aventureras, en uno de sus paseos, descubrieron el mar.
- ¡Qué maravilla! ¡Qué gran y asombrosa inmensidad! - dijeron a coro y, felices, no dudaron en volar veloces y narrar lo que habían visto las demás hadas.
Estaban tan entusiasmadas que les costaba contar lo que habían descubierto.
- ¡La gran sabana salada nada de acá para allá! A la mañana es más brava y se calma al alba!
Cuando por fin se tranquilizaron, lograron explicar con más claridad la maravilla que habían contemplado, pero no todas las hadas reaccionaron del mismo modo: las Damas de la tierra sonrieron plácidas e indiferentes a las buenas nuevas.
- Nos alegramos de que tal belleza exista - dijeron simplemente antes de olvidar el asunto.
A las Hadas del agua, en cambio, les fascinó tanto lo que oyeron que decidieron viajar sin demora a conocer ese extraño y mágico lugar.
Cuando vieron el mar, se quedaron quietas, mudas de maravilla y se asombro. La impresionante y brava inmensidad, a veces azul, a veces verde, las fascinó de tal modo que en ese instante muchas de ellas decidieron permanecer por siempre allí.
Pero a las hadas de fuego, lo que escucharon no les gustó nada. La entusiasta descripción de la extraña inmensidad húmeda les causó terror y no quisieron saber nada más.
A aquellas hadas del agua que habían elegido el mar para vivir, esta actitud, les molestó.
- ¡Caramba! ustedes, tan sabias, tienen que conocer el sitio más maravilloso que hay! - insistían una y otra vez.
Las Limníades se limitaron a esconderse al calor de una fogata y no hicieron más caso, pero las salamandras contestaron con fervor:
- ¡No queremos volver a oír hablar de esa cuestión! no nos digan más.
Pero a las hadas del mar no les gusta que las callen y son algo insistentes.
- Nos escucharan contar todo lo que queramos, ustedes no nos van a callar - dijeron.
Entonces las señoras del fuego quee no se destacan justamente por su gran paciencia, la perdieron del todo.
- ¡Basta ya! - advirtieron.
- ¡Tan poderosas y con tanto miedo! - se burlaron las Damas del mar.
¡Ay!, las salamandras, de temperamento irascible no podían soportar las burlas con facilidad, y furiosas dijeron cosas feas de esas que no conviene repetir ni recordar.
Las Hadas del mar, dolidas y muy ofendidas, juraron no volver les a hablar.
Desde aquellos días remotos perduran la rabia y el rencor entre las comunidades de hadas.
Las demás hadas piensan que es infantil conservar el encono a través de los siglos, pero las damas marítimas y las señoras del fuego aún no las quieren escuchar. Quizás lo hagan en un par de siglos más...
Fuentes:
"El fantástico mundo de las hadas Seres Maravillosos". http://eurobookmexico.blogspot.com/2013/08/el-fantastico-mundo-de-las-hadas-seres.html
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